lunes, 20 de diciembre de 2010

ANTONIO PLAZA: LA NOCHE

LA NOCHE
Antonio Plaza


Tiende noche, tu lóbrego manto,
y en un mar de tinieblas, al sol
ahoga, noche, que quiero mi llanto
esconder en tu negro crespón.

Yo no quiero ni gloria ni amigos,
ni esperanza, ni amor ni virtud;
quiero solo quedar, sin testigos;
quiero sombra; detesto la luz.

Quiero el llanto verter que nutriendo
está siempre mi vida infeliz,
y correr dando un grito estupendo,
y después como loco reír.

Que la luna entre sombras sepulte
su maldita montaña de luz,
cielo y tierra a mis ojos oculte,
negra noche, tu negro capuz.

Que ni el eco a la voz corresponda,
que se enlute del campo el verdor;
que ennegrezca el cristal de la onda;
que se arrastre, maldita, la flor.

Sólo se oiga del noto el olvido
y del mar el solemne rugir,
de agotera lechuza el graznido,
de la alondra el doliente gemir.

La pavura del gélido osario
reine en torno; que el éter azul
se convierta en inmenso sudario
y la tierra en gigante ataúd.

De relámpago rojo las luces
en el cielo de luto al flagrar,
sólo alumbren de tumbas y cruces
un calcáreo fatídico erial.

Si en el cielo, de bilis preñado
brilla acaso de luna el fulgor,
que su disco, de sangre manchado
enrojezca ese cuadro de horror.

Las campanas distantes produzcan
un tañido llorón sepulcral;
y los miasmas infectos conduzcan
salmodiado, imponente cantar.

Forma vana, severa, imposible,
abandone el podrido ataúd;
misteriosa caricia, terrible,
vuelva un punto del ser a la luz.

Y sus órbitas duras esmalte
fosforescente, siniestro brillar,
y de su antro de hueso que salte
carcajada estridente, fatal.

Que del rayo la voz tan temida
truene y cruce distancia sin fin,
y la tierra por él sacudida
se abra y broten cadáveres mil.

Las culebras se empinen silbando,
ruja sordo el terrible huracán;
y los cuervos fastidien graznando;
vengan rayos de fiesta a alumbrar.

Esqueletos y momias horribles
que la mano amarilla se den,
y las piernas torcidas, risibles,
muevan todo con lento vaivén.

Y pedazos de tumba saltando
cruces, huesos, y trozos de cal,
al impulso del viento chocando
improvisen orquesta infernal.

Y con cauda de sombras tejida
la diadema de fuego en la sien,
desde un trono de tumbas presida
el festín de los muertos, Luzbel.

El infierno en sus antros se agite;
carcajadas arroje el dolor,
y una voz estentórea, que grite:
¡MALDICIÓN!...
¡MALDICIÓN!...
¡MALDICIÓN!...


ANTONIO PLAZA (1833-1883)
Mexicano; hombre sencillo, aunque de temperamento emocional y de inspiración un tanto violenta a veces, cuya obra poética ofrece una notable variedad de tonos debido a su carácter inquieto. Va desde un marcado patetismo romántico al sarcasmo y la sátira, sin olvidarse de los géneros festivo y epigramático y una serie de composiciones ligeras, de concesiones a lo popular, en las que late su simpatía natural; no obstante, Antonio Plaza se vio perturbado por amargas experiencias y azarosas circunstancias que hubo de sufrir y en algún modo influyeron en sus versos.

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