lunes, 27 de diciembre de 2010

VELOCIDAD ZOMBIE

En EL ENEBRO nos estamos preparando para el inminente Holocausto Zombie. Por eso, algunos de mis propósitos de año nuevo serán ponerme en forma (regla de supervivencia #1, según Zombieland) y leer THE ZOMBIE COMBAT MANUAL: A Guide to Fighting the Living Dead.

La siguiente tabla les será de gran utilidad en caso de ser perseguidos:




NOTA: Una milla equivale a 1609.344 metros.


viernes, 24 de diciembre de 2010

lunes, 20 de diciembre de 2010

ANTONIO PLAZA: LA NOCHE

LA NOCHE
Antonio Plaza


Tiende noche, tu lóbrego manto,
y en un mar de tinieblas, al sol
ahoga, noche, que quiero mi llanto
esconder en tu negro crespón.

Yo no quiero ni gloria ni amigos,
ni esperanza, ni amor ni virtud;
quiero solo quedar, sin testigos;
quiero sombra; detesto la luz.

Quiero el llanto verter que nutriendo
está siempre mi vida infeliz,
y correr dando un grito estupendo,
y después como loco reír.

Que la luna entre sombras sepulte
su maldita montaña de luz,
cielo y tierra a mis ojos oculte,
negra noche, tu negro capuz.

Que ni el eco a la voz corresponda,
que se enlute del campo el verdor;
que ennegrezca el cristal de la onda;
que se arrastre, maldita, la flor.

Sólo se oiga del noto el olvido
y del mar el solemne rugir,
de agotera lechuza el graznido,
de la alondra el doliente gemir.

La pavura del gélido osario
reine en torno; que el éter azul
se convierta en inmenso sudario
y la tierra en gigante ataúd.

De relámpago rojo las luces
en el cielo de luto al flagrar,
sólo alumbren de tumbas y cruces
un calcáreo fatídico erial.

Si en el cielo, de bilis preñado
brilla acaso de luna el fulgor,
que su disco, de sangre manchado
enrojezca ese cuadro de horror.

Las campanas distantes produzcan
un tañido llorón sepulcral;
y los miasmas infectos conduzcan
salmodiado, imponente cantar.

Forma vana, severa, imposible,
abandone el podrido ataúd;
misteriosa caricia, terrible,
vuelva un punto del ser a la luz.

Y sus órbitas duras esmalte
fosforescente, siniestro brillar,
y de su antro de hueso que salte
carcajada estridente, fatal.

Que del rayo la voz tan temida
truene y cruce distancia sin fin,
y la tierra por él sacudida
se abra y broten cadáveres mil.

Las culebras se empinen silbando,
ruja sordo el terrible huracán;
y los cuervos fastidien graznando;
vengan rayos de fiesta a alumbrar.

Esqueletos y momias horribles
que la mano amarilla se den,
y las piernas torcidas, risibles,
muevan todo con lento vaivén.

Y pedazos de tumba saltando
cruces, huesos, y trozos de cal,
al impulso del viento chocando
improvisen orquesta infernal.

Y con cauda de sombras tejida
la diadema de fuego en la sien,
desde un trono de tumbas presida
el festín de los muertos, Luzbel.

El infierno en sus antros se agite;
carcajadas arroje el dolor,
y una voz estentórea, que grite:
¡MALDICIÓN!...
¡MALDICIÓN!...
¡MALDICIÓN!...


ANTONIO PLAZA (1833-1883)
Mexicano; hombre sencillo, aunque de temperamento emocional y de inspiración un tanto violenta a veces, cuya obra poética ofrece una notable variedad de tonos debido a su carácter inquieto. Va desde un marcado patetismo romántico al sarcasmo y la sátira, sin olvidarse de los géneros festivo y epigramático y una serie de composiciones ligeras, de concesiones a lo popular, en las que late su simpatía natural; no obstante, Antonio Plaza se vio perturbado por amargas experiencias y azarosas circunstancias que hubo de sufrir y en algún modo influyeron en sus versos.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Malleus Maleficarum: Noche de brujas en pleno diciembre.


En Noctambulante despedimos el año con un maratón de brujas y diablos. 

Empezamos con Martillo para las brujas de Otakar Vávra, da cuenta de cómo se castigaba a las brujas durante la inquisición. Muy recomendable. 

Seguimos con Prince of darkness de John Carpenter, que cuenta la historia del líquido demoniaco capaz de dar vida al anticristo, quien a su vez traerá al mundo al mismísimo diablo. La música muy a la Carpenter: un sonido muy básico pero efectivo. Exuda los ochentas en cada cuadro pero sigue funcionando y aún logra sacar algunos sustos. Plus: Alice Cooper hace el papel de un vago, un siervo del diablo. Imperdible para los amantes del horror. 

Veneno para las hadas de Carlos Enrique Taboada, narra la historia de la amistad entre Flavia, una niña rica que recién entra en la escuela conoce a Verónica, la niña que quiere ser bruja. Veneno... debe estar en la colección de todo cinéfilo que desee apreciar una historia de terror excelentemente bien tejida, donde cada elemento tiene un objetivo a cumplir dentro de la trama. 

Superstition de James W. Roberson, cuenta la historia de una casa poseída por el espíritu de una bruja que, tras un juicio, fue quemada y sumergida en el lago del pueblo. ¿Homenaje al cine ochentero?, ¿humor involuntario? Nunca lo sabré, lo único cierto es que no la recomiendo mucho. 

Demons de Lamberto Bava: sangre, pus verde, demonios dientones y la moda de los ochentas en su máxima expresión. 

Contando que el maratón fue en el ruinoso Museo Británico Americano en México y al terminar (a eso de las 6:00 a.m.) parecía estar en el set de El príncipe de las tinieblas, fue una muy buena forma de iniciar el cierre del año. 


jueves, 2 de diciembre de 2010

DEL TORO Y SUS VAMPIROS

Los vampiros caminan entre nosotros. Y no me refiero a políticos, banqueros y demás especies chupasangre, sino a Drácula, a Nosferatu, al Wampir, al Strigoi, a Vlad... que invaden los cines, la televisión, las librerías.

Como todo en esta vida, hay aproximaciones buenas y otras que no lo son. Y es que el mito del vampiro es muy flexible. Se le puede abordar desde una perspectiva romántica, cómica o terrorífica.

Los vampiros de Guillermo Del Toro (La invención de Cronos, Mimic, Blade 2, El espinazo del diablo, Hellboy 1 y 2, El laberinto del fauno) son diferentes a la imagen popular: están desprovistos de glamour y sensualidad.

En La invención de Cronos el vampiro es un viejo anticuario que encuentra un mecanismo que lo llena de vida. Se envicia y llega a ser tal su sed que, en una de las escenas memorables del cine de vampiros, tiene que lamer unas gotas de sangre del piso de un baño público. En Blade 2 crea una nueva especie de vampiros: parecidos más a insectos que a condes; los colmillos son cambiados por todo un órgano de succión y lo hermoso por fealdad.

En Nocturna (The strain) y Oscura (The fall), las dos primeras partes de la Trilogía de la Oscuridad que escribe al lado de Chuck Hogan (El asedio, El príncipe de los ladrones), Guillermo retoma las ideas expuestas en La invención de Cronos y Blade 2 profundizándolas y entregándonos una historia totalmente diferente a las que hemos sido expuestos con anterioridad.

Todo empieza cuando un avión se queda varado en el aeropuerto. Primero se piensa en terrorismo, pero cuando encuentran en su interior a la mayoría de los pasajeros destrozados y a sólo unos cuantos supervivientes, la historia da una vuelta de tuerca. Después se piensa que se trata de una enfermedad, de un virus. Pero los organismos encargados, en su ineficacia y corrupción, sólo logran acrecentar el problema convirtiéndolo en una epidemia fatal y global.

El vampiro de Guillermo tienen una estrecha relación con el zombi: ambos son seres que regresan de la muerte, el hambre y la sed los hacen actuar violentamente y ambos hieden, están putrefactos. Y es que las víctimas no son "vampirizadas" suavemente en su lecho, son destrozadas, corrompidas y sólo regresan de la muerte por descuido o por un plan diseñado por los altos jerarcas.

Del Toro retoma detalles clásicos como la incapacidad de los vampiros a exponerse a los rayos solares y a la ausencia de su reflejo en los espejos. Más que un virus, son parásitos los que invaden la sangre de sus hospederos. Estos parásitos pueden ser destruidos con luz UV y con plata. Los espejos, sobretodo los antiguos, poseían una película de plata, por esto, al acercarse un vampiro su imagen se distorsiona y tiene que alejarse. Aquí de nada sirven los crucifijos y agua bendita.

Los personajes (humanos) no son los típicos adolescentes americanos. Son un par de burócratas, un viejo anticuario y un exterminador de plagas. A pesar de que la historia ocurre en Nueva York, la mayoría de los personajes secundarios son de origen extranjero, sobretodo, latinos.

A pesar de abordar científicamente el tema vampírico, Del Toro no abandona los elementos fantásticos. Existen seis grandes jerarcas: tres pertenecientes al viejo mundo y seis al nuevo mundo. Habían pasado desapercibidos hasta que un séptimo se rebeló y rompió el equilibrio.

También incorpora acontecimientos históricos reales como los campos de exterminio nazi (en específico el de Treblinka) y la tragedia de Chernobyl.

Julio Patán, en entrevista con Guillermo, destacó que sus novelas son muy cinematográficas y que su cine es muy literario. Guillermo comentó que antes de todo, es un gran lector. Que en El espinazo del diablo se basó en la obra de Rulfo y en El laberinto del fauno en la obra de Borges. Y que la parte más importante y nutrida de su biblioteca (que se antoja inmensa) está dedicada a los vampiros. Añadió que para estas novelas se basó en los vampiros de Soy leyenda de Richard Matheson.

En el ámbito personal, Guillermo es un tipazo: siempre sonriente y accesible; sus pláticas están llenas de humor y malas palabras, como si estuviera platicando con sus cuates en la sala de su casa; y hará memorables los escasos minutos que tengas frente a él.

Aquí un video (c/subtítulos) donde nos platica de sus novelas:




Aquí otro video (s/subtítulos) donde nos platica los libros que estudió a fondo para escribir las novelas.



Los libros que menciona son:
"Passport to the supernatural" de Bernhardt J. Hurwood.
"The natural history of the vampire" de Anthony Masters.
"Treatise on vampires & revenants: the phantom world" de Dom Augustine Calmet.

Entrevista tomada de RÉCORD al salir Nocturna:

Siendo cineasta, ¿qué te motivó para escribir una novela?
Siempre he escrito historias cortas, y como director he escrito guiones para películas, y aunque ya he publicado algunas de mis historias cortas, siempre tuve el deseo de escribir historias terroríficas para los lectores jóvenes. Creo que es un reto diferente.


¿Te inspiraste en algún autor?
En ese sentido mi favorito es Roald Dahl, pues me gusta la mezcla que hace entre lo grotesco y lo mágico. Algunos de mis autores favoritos son Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga, entre otros. También encuentro inspiración en el trabajo de Charles Dickens, Wilde y Juan Rulfo.


¿Por qué elegiste a los vampiros como tema de tu primera novela?
Porque toda mi vida me he sentido fascinado por ellos, incluso desde un punto de vista naturalista. Mi primer película, Cronos, quise que se contara de forma diferente, un viejo mito como son los vampiros.

Cuando hice Blade II, se me ocurrieron muchas cosas acerca de la biología de los vampiros, pero muy pocas de ellas las pude presentar en la película, pues tenía que ser más de acción. Es por ello que en la novela quise retomar ciertas cosas, como los ángulos biológico, divino y evolucionista para explicar el origen del 'gene vampírico'. Quiero mostrarlos en una manera diferente.

En el libro pones a los vampiros como si éstos fueran una 'plaga' producto de un virus...
Sí, de hecho el que los persigue es un científico del Centro para Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).

Me encanta la idea de explorar a una criatura poderosa y diferente desde el punto de vista de un trabajador común. Aquí los vampiros no son 'light', sino verdaderos seres sanguinarios y asesinos a los que hay que hacer frente.


¿Cómo fue tu colaboración con Chuck Hogan?
Yo escribí la mayoría de los personajes y las ideas, y el inventó nuevos pèrsonajes y nuevas ideas. Fet, uno de mis personajes favoritos en la novela, fue invención suya. En realidad los dos editamos y le metimos mano al trabajo de ambos, por lo que fue una colaboración muy intensa.


¿Es cierto que elegiste personalmente a Chuck para el trabajo?
Me gusta mucho su estilo, y yo quería que él fuera mi socio en esta aventura porque tiene una gran sensación de realismo y porque nunca había escrito un libro de terror. Así que, en ese sentido, nos complementamos perfecto. Y aquí entre nos, algunos de los pasajes más sanguinarios de la novela son de su creación. ¡Descubrí que el hombre está enfermo!


¿Podrías adelantarnos un poco de qué es lo que habrá en los siguientes dos libros de la trilogía?
La segunda novela, Oscura, habla de cómo la humanidad va perdiendo su ventaja ante los vampiros, y también se verá algo del origen de esta raza de seres. Se verá como Nueva York está bajo la ley marcial y como la gente quiere salir de la ciudad. Y la tercera novela será la mejor, pues mostrará al vampirismo de una forma que nunca antes se había visto o escuchado.


¿Planeas llevar al cine la trilogía?
No lo creo, pues son muchas cosas como para comprimirlas en el formato de cine. Sería mejor si se hiciera serie televisiva.


Con referencia a esta última pregunta, Del Toro comentó en la presentación de Oscura en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, que mientras escribía con Chuck las novelas nunca se plantearon llevarlas al cine o a la televisión, porque eso los auto-censuraría, pero que una vez que salga la tercera parte lo estudiarían detenidamente.



martes, 16 de noviembre de 2010

FRANCISCO TARIO. LA NOCHE DEL LOCO.

Iba en la prepa y atravesaba por mi 'etapa oscura', así que decidí hacer un ensayo acerca de la noche. En uno de mis ires y venires a la biblioteca México busqué en los ficheros libros con ese título. Sin saberlo y sin adoración previa (con la ingenuidad de quien desconoce nombres y estaturas, diría Guillermo Fadanelli) encontré La noche de Francisco Tario.

Fue cosa de abrir el libro para caer en su embrujo: una colección de cuentos inquietantes donde los personajes van desde objetos insospechados, hasta catrines desquiciados.

Francisco Tario (1911-1977) fue en su juventud portero del equipo Asturias, estaba casado con Carmen Farell, tocaba muy bien el piano, se afeitó la cabeza porque era calvo, jamás palpaba los metales ni el dinero, y era dueño de un cine en Acapulco. Nunca tuvo beca ni recibió premio o reconocimiento alguno y tampoco se le veía en las tertulias literarias.

Su prosa, en palabras de Mario González Suárez, es la de un ángel que cae mientras se eleva su consciencia, insobornable y vehemente, enemiga de cualesquier optimismo fácil, ideología o distractor que le impida al hombre dar fe de su existencia por sus propios medios.

Un imponderable.


LA NOCHE DEL LOCO

—Señorita: ¿quiere usted cenar conmigo?
—Señorita: ¿quiere usted cenar conmigo?

Más de cien veces durante la última semana he estado repitiendo esta misma pregunta al oído de distintas mujeres, quienes rotundamente se han negado a acompañarme. Y entonces yo me he dado media vuelta, me he despedido con la galantería más profunda —según corresponde a mi jerarquía de hombre elegante—, me he colocado el sombrero graciosamente y he echado a andar sin rumbo fijo.

Hice esta invitación en clubes, batallas de flores, museos, templos y lavaderos públicos. Siempre con el mismo resultado. Se lo he propuesto a mujeres maduras, emancipadas y revoltosas; a mujeres casadas, hastiadas y bellas; a jóvenes de cualquier tamaño, desconfiadas, ávidas y deliciosas; a adolescentes ingenuas que volvían de la escuela con sus cuellitos blancos y unos deseos locos de divertirse. Incluso, se lo he propuesto a esas nodrizas robustas que van a flirtear con los soldados a los parques, tirando de un cochecito con toldo, en cuyo interior se vomita un bebé. ¡Nadie, nadie ha atendido mi ruego!

No obstante, empleo medios de lo más correcto, puesto que soy hombre rico y maduro, harto experimentado en asuntos de mujeres. Y así es. He viajado por los cinco continentes y he abrazado frenéticamente a mujeres de todos colores y temperamentos: pelirrojas altivas, con los vientres llenos de pecas; rubias linfáticas, con las pupilas sumergidas en una especie de pus; morenas tormentosas, hidrófobas, que me arrancaban a puñados las cejas mientras yo les sorbía los labios; negras del Congo, con los pechos de tal suerte enhiestos, que para estrecharlas y no herirme tenía que interponer entre nuestros cuerpos una almohadilla o una sábana doblada cuidadosamente. .. Unas y otras se me sometieron con facilidad, a menudo sin que mediara otra cosa que la curiosidad, el morbo o el placer. Mas a pesar de todo esto, he aquí que, de manos a boca, no hay una sola hembra en la ciudad que acepte compartir conmigo un trago de Chablís y un beefsteak con patatas y merengues.

He pensado detenidamente —y pienso— acerca de tales acontecimientos. Busco, y no hallo la causa. Mi aspecto, por descontado, debe ser aproximadamente el de costumbre: alto, un poco seco, con el cabello gris y los ojos también grises. Camino y visto con elegancia, siempre de negro —mi camisa inmaculada, los zapatos irreprochables, una gardenia en el ojal—. Bajo el brazo porto casi siempre un libro, pues es conveniente hacer saber que leo mucho, mucho: ocho o diez horas diarias. Pero siempre el mismo libro. Cada día una página. Cuando el tiempo es favorable uso bastón; cuando amenaza lluvia, paraguas. Durante el verano me aligero de ropa, conservando ¡claro está! su color. Aun a mí mismo me sorprende un tanto esta obsesión estúpida de andar siempre enlutado. Sin embargo, no me preocupo lo más mínimo por esclarecerla. También mis antepasados vestían así. De ahí que, en otra época, mi familia fuese conocida en todas partes con un nombre extraordinariamente poético: "La Nube Negra".

Pues como decía antes. No hay en la ciudad una sola hembra que acepte cenar conmigo. Todas se vuelven ardides, remilgos, y escapan. Pero yo no desespero. Soy como la araña que teje su malla o la hormiga que transporta sus provisiones. Cada día me atildo más; cada día me escabullo con mayor pavor del sol, a fin de conservar mi rostro suave y limpio; me baño en aguas con sales; me mudo de ropa interior seis u ocho veces diarias; me hago limpiar constantemente los zapatos...

Hoy llevaré a cabo una nueva experiencia: me colocaré unas gafas negras y me calzaré unos guantes blancos. He observado que la longitud de mis manos asusta un poco a las hembras, cual si temieran que pudiera estrangularlas con ellas; también cuando levantan el rostro y me miran a los ojos parecen demudarse, exactamente igual que si asomaran sus hociquitos a un antro prohibido. Así pues, es probable que de hoy en adelante pueda vérseme de tal guisa: con unos guantes blancos de cabritilla y unas gafas obscuras, tan enormes, que escasamente logre soportar sobre mis orejas.

Voy a lo largo de un parque. Es una especie de selva sintética, embotellada, con calzadas muy anchas, en cuyas márgenes crecen los árboles, envueltos en la niebla de la noche. Sobre las bancas solitarias saltan los pájaros ateridos como hembras traviesas y vanas. Ignoro hacia qué lugar me dirijo, pero mi paso es firme, según debe serlo, sin excepción, el del hombre sobre la tierra...

Dejo atrás calles, calles iluminadas absurdamente, repletas de hembras muy lindas que mueven sus cuerpecitos alegremente.

—¡Si quisieran cenar todas conmigo!

Y estoy a punto de ser arrollado por un ómnibus cuando me embriaga el ensueño: "Una mesa descomunal, como no han visto los siglos, cubierta por kilómetros de tela blanca y situada sobre distintas naciones; una especie de línea férrea, a la cabecera de la cual estaría yo sentado en una silla, con mis gafas negras sobre las cejas grises y mis guantes blancos puestos a secar sobre un árbol".

Las mujeres van y vienen dulcemente por la calle. Son como mariposas inquietas; y yo quisiera ser flor. Son como flores selváticas; y yo quisiera ser mariposa. Quisiera ser lo que ellas no son, para hacerlas venir a mi lado. Quisiera ser esa muselina ligera que ciñe sus cinturitas tan débiles; esos collares extraños que aprisionan sus gargantas; esos zapatitos tan voluptuosos que me hacen desfallecer de pasión, y sobre los cuales caminan tan nerviosamente. Unas me miran al pasar. Otras, no. Y esto último me entristece de tal forma, que me entran deseos de irme a bañar una vez más, de limpiarme los zapatos. En fin, que es muy duro mi destino.

Mas he aquí que, de súbito, una horripilante idea cruza mi mente:

"Todas las mujeres tienen su hombre. ¡Todas, todas! He nacido demasiado tarde y ya no hay un corazón disponible."

Comienzo a temblar, palidezco de estupor y necesito sentarme en el filo de la acera. Un sudor helado y grasoso me arroya por las sienes.

"¡Todas, todas tienen su hombre!"

Y acuden a mi cerebro visiones cada vez más dolorosas. Veo restaurantes de doscientos pisos, en cuyas mesitas cuadradas cena alegremente la humanidad por parejas... Extensiones inconmensurables de terreno yermo donde millones de mujeres encinta van a visitar al ginecólogo... Infantes que lloran en sus cunas blandas, exhibiendo sus organitos viriles...

—¡No quedará una mujer en el mundo! —grito de pronto, asomándome a las cunas.

Y un caballero, también de negro, me ayuda a incorporarme.

—¿Se siente usted enfermo? —prorrumpe con el sombrero en la mano.
—No —replico—. Me siento perfectamente. Gracias.

Saluda y se marcha. Pero en aquel instante, una ocurrencia me acomete:

"¿Y si lo matara? ¡Su mujer quedaría libre entonces!"

Me lanzo tras de él entre la multitud, como un loco. Le doy alcance, tocándole sin brusquedad en un hombro.

—Perdone —inquiero un poco jadeante—, ¿es usted casado?
El desconocido me examina de arriba abajo y contesta:
—Soy viudo.

Me entristezco y le digo:
—Le acompaño a usted en el sentimiento.
—Gracias... —musita entre dientes, tratando de desasirse de mí, que lo he aprisionado por un brazo.

Otra idea —la máxima— me asalta.
—Disculpe la impertinencia: ¿iba usted a tomar el metro?
—Precisamente —confiesa—. ¡Y es tan tarde!

Comprendo que es un etnógrafo que se halla a merced mía.
—¿Qué rumbo lleva? —insisto.

No percibo su respuesta, mas exclamo, embriagado de gozo:
—Casualmente el mío. ¡Oh, la vida está llena de estas minúsculas peculiaridades! ¿Le incomoda que vayamos juntos?
—Es que...

Lo empujo hacia adelante y penetramos en la estación. Descendemos a toda prisa en un ascensor muy incómodo. En los andenes las mujercitas siguen moviendo sus tiernos cuerpos; pero yo las contemplo ahora con indiferencia. Incluso, me arranco las gafas y sepulto en un bolsillo los guantes. Aspiro el aroma de la flor que llevo en la solapa y pienso:

"Parezco un jardín."

La desprendo con rabia, pisoteándola cual si se tratara de una chinche. No obstante, es una gardenia: una gardenia singularmente fragante, como deben serlo los ombliguitos de todas esas lindas empleadas que escriben a máquina en los Bancos.

Durante el trayecto hablo con mi acompañante, poseído de disculpable calor. El, por el contrario, cada momento más incierto y preocupado. No osa moverse, sonríe ambiguamente, cambia a menudo de postura; pero responde a cuanto le pregunto. Hablábamos de su mujer.

"Debe ser un excelente padre de familia" —pienso involuntariamente.

Y esta insensata idea, unida al color bestial de sus calcetines a cuadros, me hace sollozar.

—¡Oh, por favor, por favor! ¡Se lo suplico! —implora tímidamente.

Algunas personas me observan con desconfianza, y yo me desconcierto de pronto. Para ahuyentar la pesadumbre indago:

—¿Usted nunca se ha retratado?
—Sí —me responde, agitando la cabeza.
—Yo no —admito—. Pero me retrataré hoy mismo.

Y entreveo mi fotografía, ya no al lado de un millón de mujeres bonitas, sino sentado sobre las piernas de una complaciente empleadita, como aquella que va leyendo el diario. "Tengo mi brazo alrededor de su cuello y ella me mira franca, apasionadamente a los ojos, a pesar de que no llevo gafas. Ahora visto de gris, con una corbata amarilla."

—Bueno... ¡hasta la vista! —exclama mi compañero, de un modo atropellado, ofreciéndome su mano sudorosa.
—¡Cómo! ¿Se marcha usted? —lamento—. ¡Tanto gusto en conocerle!

Se va y yo me apeo en la estación siguiente. Salto dentro de un taxi y menciono un nombre muy extraño que tengo que repetir varias veces. Primero cruzamos una plaza, en cuyo centro hay una fuente; otra plaza sin fuente; calles, calles, todas gemelas, huecas, como el sistema de una tubería. Aparecen los árboles, las chimeneas de las fábricas, los lavaderos. Estamos en los suburbios. Diviso la luna —¡y es hermosa!—.Proseguimos: el campo. La llanura plana, quieta, igual que el pecho de un tísico. Así media hora, una, dos; hasta que el vehículo se detiene en seco.

—¿Es aquí? —pregunto.
—Aquí mismo —responde el chofer.

Liquido la cuenta, abro la portezuela y suplico:
—Tenga la bondad de aguardarme. Tardaré a lo más veinticinco minutos.
—¡Correcto! —asiente—.Y se tumba a dormir con los bigotes sobre el volante.

Yo me lanzo entre las sombras rumbo a un puñado de casitas grises en cuyas ventanas hay luces. Escucho el reloj de la parroquia: las once. A un tiempo, distingo la cabeza enorme de un hombre que se aproxima cantando con voz de campesino. Le detengo, adoptando el continente más sereno de que soy capaz.

"Podría tomarme por un demente" —pienso estremeciéndome.

E inquiero:
—Disculpe, ¿podría usted indicarme dónde se halla el cementerio?

Gira sobre sus talones sucios, yergue un brazo hercúleo y señala una mancha próxima, oscilante.
—Detrás de esos árboles —me informa.

Doy las gracias, encaminándome hacia la mancha. El sendero es largo, no tan fácil como me suponía y lleno de barro. Con frecuencia doy un traspié y resbalo, rodando hecho un guiñapo. Pero es tal la alegría que salta en mi pecho, tal mi avidez, que rompo a cantar y a reír, hundido el rostro en el estiércol de las vacas.

"¡Ahora voy a tener mujercita y esto es espléndido! —cavilo—. ¡No moverá mucho su cuerpecito porque está muerta, pero al menos podremos retratarnos! Si está demasiado rígida, la aceitaremos. Si su ropa se halla deteriorada, la vestiremos adecuadamente. Si está muy pálida, muy pálida, le untaremos de carmín las mejillas...Y yo me sentaré en sus rodillitas desnudas y le pasaré un brazo por su hombro, y ella me mirará con sus pobrecitos ojos quietos a mis ojos grises y sin gafas."

Un silencio inusitado me rodea. La obscuridad me envuelve, cual si me hallara en el interior de una cámara fotográfica. Llego, por fin, al cementerio. Me descubro, y nadie sale a recibirme. Llamo febrilmente a la puerta: ni una triste alma responde.

"Debe ser aún temprano" —calculo.

Y sentándome sobre una piedra, me dispongo a esperar con toda calma.

Transcurrido el tiempo de fumarme un cigarrillo, me levanto. Miro a un lado y otro, y, con la agilidad de un gorila, salto la tapia. Requiero a gritos al camarero, al maítre, al manager. Inútil. Mi grito repercute en las tinieblas, choca contra una montaña y me vuelve a la boca. Me lo trago y sigo adelante por entre las sepulturas. Una voluptuosidad inaudita me invade. Hierve la sangre en mis venas, y visiones realmente lascivas desfilan ante mis ojos. Parece que entro a un cabaret.

"¿Dónde andará mi mujercita?"—digo para mis adentros.

Procuro seguir las indicaciones del viudo tímido. Busco sobre las cruces el epitafio. No lo encuentro, y lo que es bastante peor: me restan apenas cinco fósforos.

—¡Vaya un restaurante desanimado! —prorrumpo deteniéndome. Y continúo más y más impaciente, más y más angustiado, derribando tiestos con flores, copas y vasos, tronchando rosales, pisoteando a los parroquianos, partiendo las cruces, atropellando a los camareros que duermen...

Llego, en suma, a mi destino: a la casita blanca. Veo el nombre de la muerta. Me inclino sobre la lápida y leo el menú. Hecho un loco, un abominable loco, comienzo a trabajar. El trabajo es arduo, me extenúa, haciendo tronar mis huesos; pero mi ansiedad va en aumento. Como un perro escarbo la tierra, destruyo las raíces malignas, hiriéndome las uñas; lanzo pedruscos al aire, algunos de los cuales me caen en la cabeza.

"¿Quién estará riñendo?"—me pregunto asustado, mirando a todas partes.

Sangro y me ato el pañuelo a la frente.

—¡Después ajustaremos esa cuenta! —amenazo, señalando un árbol.

Súbitamente topo con algo sólido, al parecer infranqueable. ¡Ah, me aguarda en el reservado! Me vuelvo tímido, infantil, casi femenino. Golpeo con el puño delicadamente.

—¿Se puede? —inquiero.

Nadie contesta. Llamo más fuerte.

—¿Se puede?

"¡Oh, las delicias del adulterio!"—suspiro.

Pero grito:
—¡Abre o echo abajo la puerta!

Suenan dentro risitas muy débiles, como de alguien a quien le hicieran cosquillas con una pluma. Percibo, también, unos taconcitos femeninos que golpean, golpean el suelo.

—¡La echo! —aúllo.

Y cumplo mi palabra.

Salta el féretro en pedazos, salpicándome la lengua de una substancia ácida y muy fría. Adivino, más que distingo, una figura femenina, vestida de baile, inmóvil sobre un canapé. Me inclino hacia ella dulcemente, seductoramente, igual que los galanes en el teatro. Musito:

—Señorita: ¿quiere usted cenar conmigo?

Me halaga su voz somnolienta.

-¡Sí!

Le echo mano. Pesa poco, y su cuerpecito tintinea como un bolsón de cascabeles. ¡Debe estar tan ilusionada!

Con mi presa a cuestas me encamino hacia la tapia, advirtiendo que algo se enreda entre los árboles. Cuando pienso que sea su cabellera espesa me trastorno aún más. ¡Besaré así, así, su maraña negra, hundiendo en ella mi cabeza hasta el cuello! La deposito en el muro, salto, y la recojo de nuevo.

—¡Perdone usted! —balbuceo, dejándola caer sobre el lodo—. Me olvidé el sombrero.

Entro, y vuelvo a salir con el bombín un poco ladeado. Me la echo otra vez sobre las espaldas, y así avanzamos en la obscuridad impenetrable. Pronto el cansancio me rinde, flaquean sensiblemente mis rodillas y las fuerzas me abandonan. Bajo las ramas de un corpulento chopo me siento y siento a mi mujercita.

—Señorita: ¿le gustaría a usted retratarse conmigo?

Y evoco la imagen sugestiva: yo sobre sus rodillas, y colgando de un árbol mi traje.

Procedo al punto a desnudarme; a desnudarla a ella, lo cual no es tarea fácil, pues se resiste. Cuelgo, en efecto, mis ropas, y voy presuroso a instalarme. Lo hago con cautela, tierna, ceremoniosamente. Le paso a continuación un brazo por el hombro helado. Cruzo las piernas. Sonrío. Alzo la vista, mirando con desdén a todas las mujeres del universo.

—No te muevas —le ordeno.
—¿Listo? —pregunta el fotógrafo.

Yo digo:
—Espere usted un momento. Voy a estornudar...
Estornudo una vez, dos, hasta cinco.
—Mírame —suplico a mi mujercita.

Y nos retratamos. Nos retratamos cerca de quince veces, siempre en la misma postura, como si fuéramos dos estatuas. Yo así: sin gafas, sin guantes, sin gardenia. Igual que en aquel tiempo, cuando compartía el lecho con las negras del Congo.

Y como entonces, también, hube más tarde de colocar entre nuestros ardientes cuerpos mis ropas negras muy bien dobladas, porque los pechos enhiestos de ella penetraban en mi carne igual que dos afilados cuchillos.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

RETRATO DE UN VAMPIRO


Hay películas malditas. Que el simple hecho de rodarlas es una experiencia terrorífica. Que dejan secuelas en el director, en el reparto, en los espectadores. Que esperan en las sombras de la memoria algún resquicio para manifestarse y revivir el horror. Una de ellas es ALUCARDA: el Anticristo, el Maligno, el Drácula femenino… Afortunadamente, un grupo de entusiastas la ha invocado para mostrárnosla con toda su malignidad en el documental RETRATO DE UN VAMPIRO.

Ulises Guzmán es el encargado de transportarnos al extraño mundo de Juan López Moctezuma (1932-1995): creador, además de Alucarda (1978), de The mansion of madness (1973), Mary, Mary, bloody Mary (1975), Matar a un extraño (1985) y El alimento del miedo (1994).

Este vampiro, caballero victoriano o, en palabras de Monsiváis, Lovecraft mexicano, le cambió la vida a un par de espectadores. Estos auténticos fans from hell vieron sus propios infiernos reflejados en la proyección de Alucarda y se convirtió en el objeto de su obsesión y adoración.

Coleccionaron todo lo que encontraron y, en esas deliciosas y extrañas coincidencias de la vida, conocieron al propio López Moctezuma en el momento más álgido de su vida: recluido en un manicomio.

De forma fantástica, este par de adoradores “raptó” a López Moctezuma y le ayudó a superar la crisis nerviosa que estaba viviendo. Como muestra de gratitud, les regaló la mayoría del material original utilizado en sus películas antes de morir.

Ulises Guzmán logra retratar al vampiro a través de testimoniales, de comentarios de expertos en cine de horror, de la dramatización, del performance y de la animación, con esa dosis de extrañeza y fantasía que caracterizó al cine de López Moctezuma.

Este documental, sin duda alguna, saciará la sed de los Alucardos y le presentará a las nuevas generaciones un autor que, merecidamente, se ha convertido en referencia obligada en el cine de horror mexicano.

EL ENEBRO tuvo la oportunidad de entrevistar a Edna Campos Tenorio que, además de ser la Directora General del Festival Macabro, funge como Productora y Coguionista de este gran documental.

¿Cuál fue la primera película de López Moctezuma que viste?
Alucarda.

¿Cuál es la importancia de López Moctezuma en el cine?
Se atrevió a hacer un cine diferente a lo que se estaba haciendo en México, influenciado por el Giallo y otros movimientos que ya estaban presentes en la escena internacional.
A pesar de no haber sido un gran director fue todo un visionario y como tal, no tuvo mucho éxito en México, por eso rodó en inglés.

¿A qué consideras que se debe el olvido en el que se encuentran los filmes de López Moctezuma?
Su familia no está interesada en que se difundan, aunado a que los derechos de sus películas son propiedad de una productora mexicano norteamericana.
Las copias que existen se encuentran en mal estado; han existido acercamientos para restaurar La mansión de la locura y Mary, Mary, bloody Mary, pero no tuvieron éxito.

¿Hubo alguna dificultad en la producción de Retrato de un vampiro?
El dinero.

Pero seguro también tienes buenas anécdotas...
La película tuvo muchas cosas a su favor, la gente mostró gran disposición para ser entrevistada; por ejemplo, Tina Romero (Alucarda) accedió y se mostró sorprendida cuando la llevamos al Tianguis del Chopo y se dio cuenta que Alucarda se ha convertido en una película de culto, que nunca vio completa, por cierto.

¿Hubo alguien que no accediera a las entrevistas?
Susana Kamini (Justine, quien se da el épico baño de sangre), quiere olvidarse de esa época de su vida (risas).

¿Dónde conociste a Ulises, el director?
Cuando presenté Virgen de media noche y Corazón de terciopelo como parte de la selección de cortometrajes de Macabro. De él surgió la idea de hacer el documental.

¿Habías producido antes?
Puros cortometrajes, este es el primer largo.

El documental fue presentado como parte de Macabro 2010, ¿lo has presentado en otra parte?
Hubo una presentación especial en SITGES, nos fue muy bien. 

¿Qué sigue para Retrato de un vampiro?
Terminar la postproducción y después de eso, festivalearlo para su difusión y conseguir distribución, que es lo más difícil.


El trailer de Alucarda:


Acá una reseña de Alucarda

martes, 2 de noviembre de 2010

MÓRBIDO. Selección de cortometrajes: sangre a cuenta gotas.

Como parte de sus actividades, el pasado viernes 22 de octubre, Mórbido exhibió una selección de cortometrajes en el panteón de Dolores.

Un enorme trailer dispuesto en el interior del panteón hizo las veces de cómoda sala de cine en la que, muy ambientados, veríamos los siguientes cortos:

  1. G. Director: J. Xavier Velasco.
Es la historia de un hombre que ha dedicado toda su vida a una idea y continua en su proceso, hasta que logra un acto extraordinario solamente con el poder de su mente.


g. from J. Xavier Velasco on Vimeo.


  1. Bestiario. Director: Daniel Castro.
Uno de los miembros de una familia es una bestia... pero las apariencias engañan.

  1. Líbranos del mal. Director: Mariana Santana de la Torre.
La historia de una niña alterada por la separación de sus padres.
  1. Serial Comic No.1 Fijación. Director: Cesar Amigó Aguilar.
Por si pensaban que las vecinas atractivas y solas eran inofensivas.
  1. Últimos Pasajeros. Director: Ricardo Soto.

    Un vagabundo y su pequeña rata mascota adoptan al metro como su único refugio para volverse testigos del diario acontecer colectivo. Paralelamente, otro vagabundo viaja por diferentes líneas, creyendo que son sus dominios, ¿qué pasará cuando se encuentren?
  1. Dreams. Directora: Ali López.
¿Qué harías si todo el tiempo despertaras de una pesadilla?

  1. Score. Director: Sergio Tello.
  2. El Hada Madrina. Director: Ricardo Gaspar de Alba.
    La historia de un franelero levantado por una madrina (policía judicial) para enmascarar sus delitos.
  1. La Urna. Director: Juan Walle.
    Un fantasma acecha a Laura en su departamento y ella tendrá que ayudarle a expiar sus culpas.
  1. Necrolust. Director: Mario Bracamonte.
Basado en una historia del programa de radio mexicano “La mano peluda”, acerca de un hombre enriquecido por obra y gracia del diablo.

  1. Pyknosphygmia. Director: Omar Jacobo García.
    El Demonio. Director: Raúl Suarez.

Destacan G, Últimos pasajeros y Dreams: los dos primeros tienen una manufactura cuidada de cabo a rabo y el tercero, con un presupuesto notoriamente menor, logra muy buenos resultados.

El resto de los cortos exhibidos reiteran la dificultad para hacer cine de terror, puesto que las fallas visibles, como la sangre que parece brotar de un popote, las animaciones de mala calidad y los clichés gastadísimos, no producen indiferencia en el espectador, sino unas risas tan sonoras que destruyen el efecto final buscado: el terror, la zozobra.


lunes, 1 de noviembre de 2010

SCREAM AWARDS 2010

Esta es la mejor época del año para todos los amantes del terror: festivales, marchas, conferencias, mesas redondas, maratones...

Uno de esos eventos tuvo lugar hace un par de horas: SCREAM AWARDS 2010.

Sí, sólo se reconoce y premia al cine fantástico estadounidense, y dentro de este cine sólo a los grandes éxitos o "blockbusters". Pero hay que reconocer que son los reyes del espectáculo y esta vez no fue la excepción.

Todo comenzó con Halle Berry entregando el premio Scream Supreme a Chris Nolan por su espectacular EL ORIGEN, que también se llevaría los premios a mejor película de ciencia ficción y a mejor pelea y que fue la inspiración para la escenografía del programa.

El premio a mejor villano se lo llevó Mickey Rourke por su papel en IRON MAN 2; el de mejor actriz de fantasía fue para Kristen Stewart por ECLIPSE; el de mejor actriz de terror se lo ganó Ana Paquin por la serie televisiva TRUE BLOOD y Alex Skarsgárd se llevó el de mejor actor de terror por la misma serie.

Las categorías más divertidas de estos premios son el de la escena "holy shit" y el de mutilación memorable. TRUE BLOOD se llevó la primera y THE HUMAN CENTIPEDE la segunda.

Se presentaron avances exclusivos de: SUPER (protagonizada por Rainn Wilson), THE RITE (con Anthony Hopkins), SCREAM 4 (de Wes Craven), ACTIVIDAD PARANORMAL 2, AVATAR (escenas extra) y HARRY POTTER.

El premio a mejor escritor de cómic se lo llevó Geoff Jhons (Linterna verde) y el de mejor cómic o novela gráfica fue para THE WALKING DEAD, de Robert Kirkman (cuya versión televisiva se estrena hoy a las 10pm por FOX).

Se reconoció a Sigourney Weaver, que salió de un huevo de Alien, con el premio Heroína; a los 25 años de VOLVER AL FUTURO (que el próximo 5 de noviembre llegará de nuevo a las pantallas). David Spade, entrando al escenario en un DeLorean, fue el encargado de presentar a Michael J. Fox y a Christopher Lloyd que le pusieron el toque emotivo a la noche; y a la serie LOST, que fueron despedidos con Free Bird de Lynyrd Skynyrd.

La mejor película en 3D fue AVATAR, que también se llevo el de mejores efectos especiales y James Cameron el de mejor director y la mejor peor película fue PIRANA 3D.

Marilyn Manson y una mujer en llamas se encargaron de darle a TRUE BLOOD el premio a mejor programa de televisión y M.I.A. amenizó la velada con su muy rara música.

La mejor película de fantasía fue ECLIPSE y la de terror ZOMBIELAND. Bill Murray, enjaretado con su antiguo traje de cazafantasmas, recibió el premio por mejor actuación especial.

Lo mejor de la noche fue sin lugar a dudas el premio Comic-con Icon a la trayectoria de RAY BRADBURY (además de los clásicos, tiene que leer El vino del estío).

Y finalizó con la películas más esperadas: Amanecer, Harry Potter, Tron, Cowboys & aliens y Linterna verde.

Acá pueden ver a todos los ganadores.

Sé que un programa que premia a vampiros sexys, a vampiros castos y a criaturas azules pierde seriedad, pero es un buen parámetro para comparar lo que se está haciendo en Hollywood con el resto del mundo.

martes, 12 de octubre de 2010

lunes, 4 de octubre de 2010

LAS VERTIENTES DEL MIEDO & THE HAMILTONS

El Enebro tiene el privilegio de asistir al curso LAS VERTIENTES DEL MIEDO, una revisión de los subgéneros del cine de horror, impartido por EDNA CAMPOS en el FILM CLUB CAFÉ.

Edna Campos Tenorio es Directora General del Festival Macabro. Licenciada en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM. Desde 1997 ha desarrollado su profesión en el área de la promoción y gestión cultural especializándose en el campo de la producción y la promoción del cine. Ha impartido charlas y conferencias, entre la cuales sobresalen: “El terror en el cine mexicano”, “Introducción al cine de terror”, “Los emisarios de la muerte: El psycho-killer en el cine de terror”. Entre los proyectos que trabaja actualmente, se encuentran la producción del documental “Retrato de un vampiro”, sobre el cineasta mexicano Juan López Moctezuma y del fenómeno provocado por la película “Alucarda”, en el que participa como productora y coguionista.

En El Enebro somos fans from hell de MACABRO (pueden verlo aquí y acá), por lo que imaginarán lo entusiasmados que estamos.

En este curso se revisará la historia y evolución de los subgéneros más importantes del horror/terror:

1. Caníbales.
2. La venganza de la naturaleza.
3. Terror y ciencia ficción.
4. Muertos vivientes (zombis).
5. Fantasmas y casas encantadas.
6. Posesiones, demonios y espíritus chocarreros.
7. Vudú, sectas y satanismo.
8. Vampiros y hombres lobo
9. La mujer monstruo.
10. Psicópatas y asesino seriales.

El pasado lunes comenzamos con Psicópatas, Caníbales y Paletos.

Para ejemplificar este subgénero, vimos THE HAMILTONS.

The Hamiltons pertenece al AFTER DARK HORRORFEST: 8 FILMS TO DIE FOR. Es una película independiente bastante efectiva. Dejó en claro que no se necesitan grandes efectos especiales y/o visuales para contar una buena historia de horror.

Los Hamiltons son la típica familia gringa, los vecinos de al lado: güeros, de clase media. Poco a poco vamos conociendo a la familia a través de Francis, el hijo menor que tiene que entregar un proyecto que retrate a su familia. El personaje de Francis es harto interesante: un adolescente que comienza a cuestionar el sentido de la vida y que tiene que lidiar con su familia "disfuncional". Notamos algo raro en los hermanos, pero nada raro que no hayamos notado en nuestra propia familia: ahí radica el éxito de la película. El formato digital con la que está grabada la vuelva más íntima, más real. Las actuaciones, el punto flaco en el cine de terror (sobretodo en las independientes) son bastante aceptables. Los hermanos sí parecen hermanos, tanto en lo físico como en su comportamiento. Luego, después de enterarnos de ciertas "rarezas" y secretos familiares, una vuelta de tuerca inesperada que te dejará con el ojo cuadrado. Desde los créditos, dirigida por THE BUTCHER BROTHERS, y con la secuencia inicial somos engañados. Tienen que verla.

Si les interesa el curso, comuníquense con el FILM CLUB CAFÉ, hoy apenas será la segunda clase.

domingo, 26 de septiembre de 2010

NOCHE DE FREAKS EN NOCTAMBULANTE


En su más reciente maratón, Noctambulante preparó un par de noches de Zombies Vs. Freaks, ambas con una duración de más de 10 horas. El enebro decidió asistir, pero como no es una máquina dudaba aguantar 2 desveladas tan severas de corrido, así que decidió ir a la noche de Freaks el sábado. La cita era de 8 p.m. a 6 a.m. El horario no era problema, nuestro verdadero temor era encontrar los baños sucios o a la audiencia muy ruidosa. Lo primero no ocurrió, lo segundo sí (al parecer los de al lado no notaron nuestras miradas furibundas) y apenas pudimos mantener nuestra neurosis a raya.

La programación fue muy buena, empezamos con Rubber Johnny de Chris Cunningham, seguida de Eraserhead de Lynch, luego Elukka de Tatu Pohjavirta, Teeth de Mitchell Litchtenstein, Someone's knocking at the door de Chat Ferrin, Bestia de Carlos Meléndez, Acción Mutante de Alex de la Iglesia, The Brood y La Mosca de Cronenberg.

Elukka se llevo las palmas: una historia interesante de cabo a rabo, la animación en stop motion y el remate final la hicieron lo mejor de la noche.
Click aquí, acá y acá para ver el mediometraje completito.










Mención especial merece Bestia, el tercer cortometraje de nuestro amigo Carlos Meléndez, que cuenta la historia de Tommy, Mickey y Baby Joe, un trió de jóvenes que definen la expresión rebelde sin causa, mientras viajan a toda velocidad en su automóvil buscando divertirse a toda costa.
En el camino se topan con Victor y Victoria, una extraña pareja que al intentar ayudarlos cae en un peligroso juego.






Siempre da gusto ver a directores jóvenes y entusiastas echarle tantas ganas a su proyecto y sacarlo adelante a pesar de las complicaciones inesperadas que pudo traer ubicar la historia en los años 50.
Plus: la música es de Pascual Reyes.

martes, 14 de septiembre de 2010

EMILIANO GONZÁLEZ. A VICTORIAN GHOST STORY.

En El enebro estamos seguros que el holocausto zombie se aproxima, por eso los urgimos a leer a uno de los más grandes y desconocidos escritores mexicanos (y uno de nuestros siempre favoritos): Emiliano González. 

Ahora les cuento un poco de él. Nació en 1955, el mismo año en que Pedro Páramo vio la luz, en una familia acomodada; su padre (dicen) tenía suficiente dinero para que Emiliano se preocupara únicamente por leer y escribir. La talentosa pluma del muchachito más su oficio como devorador de libros, dieron lugar a Los sueños de la Bella Durmiente, una obra sugestiva y sorprendente, que le hace guiños a Borges,  Machen, ♥craft, entre otros, que además tiene una de las portadas más alucinantes que he visto. 

Ese libro lo hizo acreedor del Premio Xavier Villaurrutia en 1978. Contaron bien, tenía sólo 23 años. Era un escritor precoz, dice Alberto Chimal. Yo creo que habitaba en una de sus esferas demoniacas. Después de leerlo se transforma en un incunable, como dice Erika Mergruen, y uno apenas puede imaginarse cómo es que un hombre tan joven y sobre todo anterior a la generación del internet pudo tener acceso al mundo literario que vuelca en su obra.

Casi toda su obra está dedicada a Beatriz, su musa. Ahora vive en el Desierto de los leones (dicen), pero eso no lo sé de cierto. Lo único que sé es que un día me dará su autógrafo. 

Los sueños de la Bella Durmiente fue editado por Joaquín Mortíz /Serie el volador. Un tanto difícil de conseguir pero El enebro tiene 2 ejemplares en su poder, además de la redición (light) de Conaculta. 



Imprescindible.

El siguiente cuento es parte de Los sueños. Disfrútenlo. 

A VICTORIAN GHOST STORY

La voz de un espíritu llamado Anna dictó al médium Bayrolles el siguiente relato:

Mi primer encuentro con aquel que llamaré el Hombre Embozado ocurrió en 1897, cuando todavía era yo una niña. Pasaba el verano con mi familia, en una casa junto al mar. Mimada y lánguida, fingía dividir mi tiempo entre las lecciones de la mañana y la casa de muñecas por la tarde. Mi governess era una inglesa delgada y puritana que oficiaba distraídamente. Como yo la veía siempre en otro mundo hacía cuanto quería, y me escapaba sin mayor esfuerzo, al amparo de su sueño, a acostarme bajo un matorral cuajado de retoños violáceos que florecía en los linderos del bosque de pinos. Aquella enramada estaba llena de fantasmas y duendes: los de mi cabeza. Una especie de esencia de adormidera emergía de ese ámbito, tan propicio a las fantasías y a los miedos inexplicables. Cuando mi nana caía dormida ante el tablero de ajedrez en que jugaba consigo misma, yo me alejaba sin ruido, dejando atrás en pocos minutos el jardín y la casa, y al llegar a lo que yo llamaba mí cueva me tendía entre el musgo, sacaba una tarta de zarzamoras y cantaba, pensaba y hablaba con mis hadas madrinas. Fue en una de esas tardes particulares, mientras me partía la cabeza resolviendo un crucigrama onírico, cuando una mano enguantada me tapó la boca y otra los ojos y una voz extraordinaria, más bien ronca, me preguntó con sorna: "¿Quién soy?"
El chiste me lo habían hecho antes, y lo odiaba particularmente. Pero esta vez, ante la violencia con que fui abordada, el tono de la voz y la fuerza presentida de ese cuerpo inclinado sobre mí en un lugar que hasta entonces sólo yo creía conocer, el pánico me llenó y, como no viera en mi agresor intención alguna de soltarme, nada me pareció mejor apropiado que desmayarme en sus brazos... pero antes tuve tiempo de voltear la cabeza: el hombre (pues tal cosa parecía) estaba cubierto por un paño negro con dos agujeros practicados a la altura de los ojos.
Desperté dos horas después, con la noche adueñada del bosque, y a tientas me las arreglé para volver a casa. En ella había revuelo de platos y preocupación por mi tardanza: papá y mamá, como de costumbre, aprovechaban una de mis escapadas para "decirse sus verdades", y gracias a esa circunstancia recibí menos pleito y me ahorré explicaciones que, de cualquier manera, habrían sido absolutamente inútiles.
Mi primer encuentro con el Hombre Embozado pasó, pues, inadvertido, y nunca volvió a colación sino diez años después cuando, al borde de un risco empinadísimo de los Himalayas, el Hombre Embozado me salvó la vida.

La cosa ocurrió así: había yo, confiada excesivamente en mis habilidades como alpinista, decidido escalar el Mustio, siniestro picacho azul de pésima fama entre los aficionados. Por su altura no habría podido competir con el Everest, pero lo superaba en peligrosidad: los tramos erosionados a un grado letal y los deslaves eran frecuentes; clavar el piolet entre dos rocas podía significar la muerte pues, como noté a las pocas horas de ascensión, ninguna grieta brindaba el apoyo que prometía. Mis compañeros, a causa del terror supersticioso de los coolies, eran solamente dos, ambos europeos. A esas inconveniencias se sumaban una cuerda de resistencia dudosa y piolets casi de juguete. No sirvieron de nada mis vacaciones en los Alpes ni mi estadía entre los Cárpatos: el pico Mustio se mostraba implacablemente reacio a mis afanes aventúrescos, y mi romanticismo varias veces estuvo a punto de irse abajo conmigo durante la primera jornada... y con mi marido, rubio mozalbete que, a pesar de ser fuerte, no era docto en montañas.
Los tres formábamos una hilera sostenida por la cuerda, que iba del garfio proverbial a mi marido, pasando por el cinturón del experto que nos guiaba y por el mío, dependiendo así la vida del pobre muchacho de los manejos de un desconocido y de una amateur de las alturas que a cada paso dado se arrepentía y que avanzaba dolorosamente, atreviendo una ojeada entre sus piernas de vez en cuando... y gimiendo al subir. No sin vergüenza ocupé su lugar, pasados ciertos incidentes, y en esas condiciones alcanzamos los primeros (y últimos) tres mil metros sobre el suelo, hasta que por fin resbalé sobre una roca húmeda, donde mantuve milagrosamente el equilibrio con un pie en el vacío y el resto de mi cuerpo aferrado a la nada. El temblor que me recorrió de la cabeza a los pies no hizo más que acelerar mi lenta caída. Sin coraje para gritar, confiaba en que mis compañeros notaran mi tardanza (pues la espesura de la niebla, más que la distancia, nos separaba) y pronto me hallé, no queriendo rectificar si la cuerda se había roto, con la mitad del cuerpo en el aire mientras con mis dos brazos procuraba sostenerme, clavando las uñas en la tersa y nevada piedra. Cuando, a punto de caer, sentí cómo una mano enguantada me halaba con fuerza sobrehumana y me levantaba en vilo, los latidos de mi corazón se redoblaron. Ahí estaba otra vez, como en los días de mi infancia, el Hombre Embozado, el mismo, atrayéndome poderosamente hacia la vida. ¿Por qué..? Primero me había asustado y ahora me salvaba... ¿Por qué..? No cejó en su ayuda hasta que me encontré en un lugar seguro (una especie de plataforma cavada en la montaña). Por supuesto, me desmayé antes de darle las gracias: la seguridad de hallarme en tierra firme y la inseguridad de encontrarme de nuevo con un viejo fantasma, y en tales circunstancias, hicieron inevitable el vértigo.

Al día siguiente emprendimos el descenso: argumenté y fingí una tosferina.

El tercer encuentro ocurrió en mi vejez. Quiso el destino que me persigue inmiscuirme en un crimen pasional en el que tuve una participación indirecta, tan indirecta que ninguna culpabilidad puede imputárseme realmente. No abundaré mucho. Creo, además, que los detalles forman parte ya del dominio público: se trata del famoso "enigma de las tres botellas de salsa" resuelto por Spandrell, detective certero, tan certero que hizo recaer todas las sospechas sobre mí, cómplice relativo y a fin de cuentas inocente. A falta de pruebas para sostenerlo, fui a dar ante un jurado cruel, inmisericorde, que me condenó a morir decapitada.
Haber regalado a la víctima días antes del crimen unas botellas de salsa condimentadora, dos de las cuales fueron insufladas de veneno por sabrá Dios quién, es la prueba concluyente de mi culpabilidad, por absurdo que parezca. Ignoro los motivos del crimen y desconozco al asesino... pero no a la víctima que, por su peculiar inclinación erótica, era dado a merodear barrios de mala muerte y compañías dudosas; adjudico a alguna de ellas el trágico suceso. Spandrell, agobiado seguramente por otros casos, resbaló hacia la opción más cercana, y gracias a él... ¿gracias a él? ¡A estas alturas no puedo estar segura de nada..! El caso es que de pronto me vi sentada en el banquillo de los acusados, escuchando mi sentencia con la cabeza hecha un lío, mirando al juez y mirando su sombra, que por algún juego de luces o una alucinación mía fue tomando el aspecto de un Hombre Embozado que se agazapaba...
Volví a perder el conocimiento, y cuando lo recobré en mi celda, llorando, sólo tuve una pregunta, una última pregunta que plantear: "¿Volveremos a encontrarnos?"
A ésta se sumaban otras dos, y mientras, cabizbaja, era conducida al cadalso, me daban vueltas en la cabeza.
"¿Quién soy?", me había preguntado el Hombre la primera vez.
"¿Por qué me salvaste la vida?" pregunté yo, al borde del abismo.
"¿Volveremos a encontrarnos?" preguntaba ahora, nuevamente.



Antes de que pudiera formularle otra, el Hombre Embozado respondió a todas las preguntas posibles haciendo caer el filo de la guillotina.